Forja es una obra coreográfica que en la antesala de la danza brinda una experiencia sonora intensa. El juego de sonoridades se plantea como una especie de construcción escenográfica no visible, pero sí perceptible, que en una segunda instancia será habitado por la danza y, desde ahí, se va a ir agravando y complejizando. La presencia de la bailarina, que arremete ya cuando la marca anímica está trazada, es una invitación a que el público vaya hacia una zona enigmática que va in crescendo en un un tono de arrebatado misterio, un aire fantasmal y una convocatoria a lo que podría conocerse como una dimensión innombrable, poblada de cadencias no convencionales, movimientos espasmódicos, súbitas pulsaciones. Un paisaje que a ratos puede parecer propio de un thriller psicológico o de un sueño inexplicable.